En psicología clínica, algo tan aparentemente sencillo como decidir cómo llamar a las personas que acuden a consulta puede abrir un debate interesante. ¿Debemos hablar de pacientes, usuarios, consultantes o clientes?
Cada palabra tiene una historia, un matiz y unas implicaciones distintas sobre la relación terapéutica, la profesión y el propio proceso de ayuda. En este artículo exploramos las diferencias y comparto cuál es el término con el que más resueno en mi práctica.

1. “Paciente”: un término clásico con más profundidad de la que parece
La palabra paciente proviene del latín patiens, participio de patior, que significa “sufrir” o “padecer”, pero también “soportar” y “tener paciencia”. Lejos de entenderlo como alguien pasivo, para mí este origen refleja muy bien el camino que recorre una persona que atraviesa una situación difícil y decide pedir ayuda.
Acudir a terapia implica valentía, pero también paciencia:
- paciencia con uno mismo,
- con los tiempos del cambio,
- con el malestar que empuja a buscar un espacio seguro.
Por eso, aunque algunos profesionales eviten este término por su connotación médico–sanitaria, para mí aporta un reconocimiento profundo del proceso emocional que vive quien decide dar el paso de sentarse frente a un terapeuta.

2. “Usuario”: un término más institucional que humano
El término usuario se popularizó en el ámbito de los servicios públicos de salud. Su objetivo fue neutralizar la carga médica del concepto paciente y adoptar un lenguaje más técnico y administrativo.
Sin embargo, para muchas personas —y para quienes trabajamos en terapia— puede sonar distante. “Usuario” describe una relación funcional con un servicio, pero no refleja la singularidad de un proceso terapéutico, ni la dimensión humana del encuentro clínico.
3. “Consultante”: énfasis en la búsqueda de orientación
Consultante es un término muy utilizado en algunos modelos psicoterapéuticos, especialmente los que ponen el acento en la consulta puntual o en procesos menos estructurados.
Puede tener un matiz positivo: subraya la actividad y la autonomía de quien viene a pedir orientación.
Aun así, también puede quedarse corto para quienes viven un sufrimiento profundo o están atravesando un dolor psicológico (depresión, ansiedad, trauma…) que requiere un abordaje clínico amplio.

4. “Cliente”: una mirada desde la psicología humanista y el enfoque de servicios
En algunos países y corrientes, sobre todo en la psicología humanista o coaching, se utiliza cliente para enfatizar que la persona es activa, responsable de su proceso y libre de elegir.
El problema viene cuando se traslada esta idea al contexto de la psicología clínica: puede diluir el carácter sanitario del trabajo terapéutico y transformar la relación en una transacción comercial.
Para muchas personas, “cliente” no encaja con la experiencia emocional, íntima y vulnerable que supone iniciar una terapia.
Entonces, ¿cuál es el término más adecuado?
No existe una única respuesta correcta. Cada término resalta un aspecto diferente del proceso terapéutico.
Pero en mi caso, el que más representa la profundidad del trabajo clínico y el respeto hacia quien acude a consulta es “paciente”.
No lo entiendo como alguien pasivo o enfermo, sino como alguien que está atravesando un momento difícil, que muestra una enorme paciencia, coraje y disposición a sanar.
Es una palabra que reconoce el sufrimiento pero también el movimiento interno hacia el cambio.
Conclusión
Más allá del término que se utilice, lo importante es reconocer que cada persona que entra en consulta trae consigo una historia, un esfuerzo y una voluntad de transformación.
La palabra puede variar, pero el respeto, la dignidad y la humanidad del encuentro terapéutico deben ser constantes.
En Planells Psicología puedes encontrar tu psicólogo en Madrid que pueda acompañarte en tu proceso terapéutico como paciente, usuario, consultante o cliente.

